La fotógrafa que no quiso ser fotógrafa

En SugarFree Comunicación somos muy fans de la fotografía, y lo somos aún más de aquellos artistas anónimos sin pretensiones cuya concepción del arte no tiene vinculación alguna con el reconocimiento, la fama o la generación de réditos económicos.

Éste es el caso de Vivian Maier, fotógrafa con mayúsculas que durante toda su vida trabajó como cuidadora de niños, que acumuló cientos y cientos de carretes sin revelar con auténticas maravillas que nunca le proporcionaron ingreso alguno pero que ahora, años después de su muerte, le han concedido por casualidad el reconocimiento que merecía.

Una muestra ésta que podemos disfrutar en Madrid hasta el 29 de septiembre y que nos acercan a esta enigmática mujer que ha permanecido en la sombra hasta su descubrimiento allá por 2007. Hoy en día es una de las fotógrafas de más reconocido prestigio de la historia, y lo es gracias a obras como las que podemos contemplar en Bernal Espacio Galería (calle Libertad, 22, Madrid). No os lo perdáis, os aseguro que merece la pena.

Más info

Por ellos somos lectores. Feliz Día del Libro

Mirad que es raro que Él y Ella estén de acuerdo en cuanto a gustos, eh?

Sin embargo, en esta ocasión, en cuanto a libros, lo tenemos claro. Nos gustan las palabras, nos fascinan los libros, apostamos por los clásicos. ¿Quereis saber cuales son los libros que más nos han marcado en una época?

ELLA

Desde que tengo uso de razón, mejor, desde que tengo conciencia de ser un ser, los libros me han rodeado y son una parte importantísima de mi vida. Mi madre me leía cuentos por las noches y siempre andaba con un libro encima. Tenemos una bonita librería, y me encantaba pasarme horas y horas leyendo los títulos de sus lomos y abriéndolos por cualquier parte para leer un pasaje e inventar el resto.

Tengo cientos de libros favoritos, porque cada uno ha marcado un momento concreto de mi vida; he leído El Quijote 3 veces, una de ellas con unos 7 u 8 años, y cada vez he descubierto cosas nuevas; podría hablaros de Torcuato Luca de Tena, que me marcó en la adolescencia, de mi recién estrenado Kawabata, de García Márquez, Galeano, Juanjo Millás, Javier Marías, Benjamín Prado, Sándor Máray, Ángel González… o presumir de que me he leído todo lo que ha escrito Pérez Reverte, pero cuando Él me ha propuesto el reto de elegir uno, uno solo, inmediatamente me ha venido a la memoria «Cumbres Borrascosas« de Emily Brönte: Magistralmente escrito y con una sensibilidad fuera de lo común.

Una historia con una gran fuerza psicológica, que habla de venganza, de amor y odio, y de una pasión destructiva que trasciende la muerte; una novela en la que los páramos de Yorkshire son tan agrestes y tienen tanto peso en la historia que atraviesan la piel. Al igual que el personaje que domina el ritmo de la obra, un hosco y sombrío Heathcliff, cruel, apasionado, irracional, atormentado, fiel hasta la muerte, cuyo amor imposible le convierte en víctima y verdugo, y al que no se puede más que terminar jurando amor eterno como hace Catherine a pesar de todo: «… nunca sabrá cuánto le amo, y eso no es porque sea guapo, Nelly, sino porque es más yo que yo misma. De lo que sea que nuestras almas estén hechas, la suya y la mía son lo mismo…».

Y uno siente una cierta envidia, porque «Cumbres Borrascosas« con su ritmo brumoso, sombrío y desgarrador es el libro que a muchos nos habría gustado escribir.

cumbres-borrascosas-9788420664934

ÉL

Conocí a Hermann Hesse con apenas 13 años, cuando cayó por casualidad en mis manos aquel pequeño libro de tapas blandas y desgastadas con un extraño dibujo en blanco y negro en su portada. “Bajo las ruedas”, rezaba el título, con su correspondiente traducción al alemán (Unterm Rad) en el interior.

Por aquel entonces solía devorar casi cualquier libro que se cruzara en mi camino, gracias a la extensa colección de obras clásicas que mis padres tenían en casa y a la incipiente vocación que más tarde me condenaría a ser periodista.

Sin embargo, «Bajo las ruedas» llegó a mí prestado, recomendado por mi profesor de ética en primero de BUP (gracias, Chencho) y desde el primer momento entendí el porqué. Para quienes no lo conozcáis, este libro breve pero de una intensidad abrumadora (en el buen sentido de la expresión) versa sobre la estricta educación de un joven llamado a ser algo importante y a su descubrimiento del hedonismo, de la vida, de los sentimientos, de las sensaciones aletargadas por la disciplina y el estudio. Hans Giebenrath vive en la eterna dicotomía de intentar contentar a sus tutores o ser el niño que es, sensible hasta la extenuación.

La capacidad narrativa y descriptiva de Hesse me conquistó desde la primera página de este libro, el primero de muchos de su extensa obra que devoré desde entonces (Siddhartha, Demian, El Lobo Estepario, El Juego de los Abalorios, Lecturas para Minutos, Canciones Románticas….). Se convirtió en mi libro de cabecera, aquél que releía cada vez que pretendía justificar por qué prefería dedicar mis esfuerzos a vivir y sentir antes que a estudiar. Quizá por eso acabé siendo periodista.

bajo las ruedas

Cómo jugar a Pac-Man en Google Maps

Que estos tíos de Google tienen imaginación a raudales es algo que ya sabíamos, pero lo de implementar la opción de jugar al Pac-Man en cualquier cuadrícula de Google Maps (cuanto más despejada mejor, ojo) roza ya el delirio.

Los tiempos del buscaminas y el solitario hace siglos que pasaron, quizá ahora sea el momento de echarse unas partiditas al comecocos mientras buscamos una dirección (atención, opción no apta para taxistas).

El funcionamiento es simple: abrimos Google Maps, acercamos el zoom a algún área concreta y pulsamos el icono de Pac-Man (abajo a la izquierda). Y hale, a disfrutar….

 

Él. Ella

La vida son retos.

Él descuelga el teléfono y dice, «me roban el tiempo que tengo. No tengo tiempo. Tengo que encontrarlo, hagamos algo». Ella, al otro lado, sorprendida por la llamada, deja lo que tiene entre manos y se dispone a escuchar a esa voz que ni siquiera le ha dicho hola.

– ¿Para recuperar tu tiempo? Pareces Proust, dice ella.

– No. Sí. No. Bueno, sí.

– ¿Si? ¿no? Tú dirás. Estás teniendo el típico ataque de pánico tonto. [ojo, que no he puesto coma]

– En realidad necesito hacer algo para sacudir toda la pereza mental y crecer a nivel profesional. Y perderle miedo al paro. Necesito intentarlo. Algo bonito, algo ágil, útil, algo que me haga sentir vivo.

– ¿La típica crisis de los 40? ¿Ya?

– No. La típica página web en la que enseñar a la gente lo que sabemos, lo que hacemos y hasta dónde podemos llegar. Y todo de una manera menos típica que los demás.

Ajá. Déjame pensar.

Cuelga, se dispone a hacer la comida y de pronto piensa. SugarFree. No suena mal.

Y el mundo se pone en marcha. Y ese día sonaba así.

Reuniones, libretas, bocetos, borrajetas. Él y sus cafés, Ella, té con pistacho, una idea, cero ideas. Inconvenientes, ganas. Nombres. Un darle forma a esto que no termina de ser nada, un quiero algo fresco, un tú te encargas, un vamos por aquí, un no va a funcionar. Un como mola y un puñado de ganas repartidas por varios escenarios de Madrid, que poco a poco han ido dando forma a esta página en la que estás ahora.

Un viaje no sabemos hacia dónde, ni de cuantos, pero que esperamos que sirva, al menos, como experiencia. Y todo lo demás será bienvenido.

Como lo eres tú, que has llegado hasta aquí. Gracias por leernos y hasta muy pronto.

La vida son retos. Y SugarFree es uno de los nuestros.