Mirad que es raro que Él y Ella estén de acuerdo en cuanto a gustos, eh?
Sin embargo, en esta ocasión, en cuanto a libros, lo tenemos claro. Nos gustan las palabras, nos fascinan los libros, apostamos por los clásicos. ¿Quereis saber cuales son los libros que más nos han marcado en una época?
ELLA
Desde que tengo uso de razón, mejor, desde que tengo conciencia de ser un ser, los libros me han rodeado y son una parte importantísima de mi vida. Mi madre me leía cuentos por las noches y siempre andaba con un libro encima. Tenemos una bonita librería, y me encantaba pasarme horas y horas leyendo los títulos de sus lomos y abriéndolos por cualquier parte para leer un pasaje e inventar el resto.
Tengo cientos de libros favoritos, porque cada uno ha marcado un momento concreto de mi vida; he leído El Quijote 3 veces, una de ellas con unos 7 u 8 años, y cada vez he descubierto cosas nuevas; podría hablaros de Torcuato Luca de Tena, que me marcó en la adolescencia, de mi recién estrenado Kawabata, de García Márquez, Galeano, Juanjo Millás, Javier Marías, Benjamín Prado, Sándor Máray, Ángel González… o presumir de que me he leído todo lo que ha escrito Pérez Reverte, pero cuando Él me ha propuesto el reto de elegir uno, uno solo, inmediatamente me ha venido a la memoria «Cumbres Borrascosas« de Emily Brönte: Magistralmente escrito y con una sensibilidad fuera de lo común.
Una historia con una gran fuerza psicológica, que habla de venganza, de amor y odio, y de una pasión destructiva que trasciende la muerte; una novela en la que los páramos de Yorkshire son tan agrestes y tienen tanto peso en la historia que atraviesan la piel. Al igual que el personaje que domina el ritmo de la obra, un hosco y sombrío Heathcliff, cruel, apasionado, irracional, atormentado, fiel hasta la muerte, cuyo amor imposible le convierte en víctima y verdugo, y al que no se puede más que terminar jurando amor eterno como hace Catherine a pesar de todo: «… nunca sabrá cuánto le amo, y eso no es porque sea guapo, Nelly, sino porque es más yo que yo misma. De lo que sea que nuestras almas estén hechas, la suya y la mía son lo mismo…».
Y uno siente una cierta envidia, porque «Cumbres Borrascosas« con su ritmo brumoso, sombrío y desgarrador es el libro que a muchos nos habría gustado escribir.

ÉL
Conocí a Hermann Hesse con apenas 13 años, cuando cayó por casualidad en mis manos aquel pequeño libro de tapas blandas y desgastadas con un extraño dibujo en blanco y negro en su portada. “Bajo las ruedas”, rezaba el título, con su correspondiente traducción al alemán (Unterm Rad) en el interior.
Por aquel entonces solía devorar casi cualquier libro que se cruzara en mi camino, gracias a la extensa colección de obras clásicas que mis padres tenían en casa y a la incipiente vocación que más tarde me condenaría a ser periodista.
Sin embargo, «Bajo las ruedas» llegó a mí prestado, recomendado por mi profesor de ética en primero de BUP (gracias, Chencho) y desde el primer momento entendí el porqué. Para quienes no lo conozcáis, este libro breve pero de una intensidad abrumadora (en el buen sentido de la expresión) versa sobre la estricta educación de un joven llamado a ser algo importante y a su descubrimiento del hedonismo, de la vida, de los sentimientos, de las sensaciones aletargadas por la disciplina y el estudio. Hans Giebenrath vive en la eterna dicotomía de intentar contentar a sus tutores o ser el niño que es, sensible hasta la extenuación.
La capacidad narrativa y descriptiva de Hesse me conquistó desde la primera página de este libro, el primero de muchos de su extensa obra que devoré desde entonces (Siddhartha, Demian, El Lobo Estepario, El Juego de los Abalorios, Lecturas para Minutos, Canciones Románticas….). Se convirtió en mi libro de cabecera, aquél que releía cada vez que pretendía justificar por qué prefería dedicar mis esfuerzos a vivir y sentir antes que a estudiar. Quizá por eso acabé siendo periodista.
